Estas dos palabras resolverán todos tus problemas: Hakuna matata.
Tus manos fueron, en pretérito perfecto, un billete de primera clase en el avión al paraíso; la promesa latente de un sol siempre brillante. Tus manos eran, en pretérito imperfecto, las representantes supremas de la calma; la protección más suave, sutil y tierna que jamás ha tenido alguien como yo; el colchón de mis sueños y el alimento de mi fuerza. Tus manos fueron, imperfectamente, lo que siempre ansiaba, lo que tanto buscaba para sentirme mejor. Tus manos, las que hoy por hoy, ya no son nada.
Hay heridas que nunca cicatrizan, dolores que no se olvidan, capítulos que carecen de final. Eres una astilla que no quiero sacar, y si el dolor me permite recordar, yo jamás te olvido.
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